#CONOZCAMOS A ANA PENYAS
Fotografías: Ana Penyas
Empecé a intentar entrar en el mundo de la ilustración profesional justo cuando terminé Bellas Artes. Me seleccionaron en Ilustrísima, (una feria de ilustración de Madrid) donde tuve mi primer contacto con otros profesionales quienes me ayudaron a seguir. Pero estuve dos años desarrollando proyectos por mi cuenta porque sentía que los temas que me interesaban no iban a ser fácilmente asumibles para el mundo editorial. De hecho, la novela gráfica Estamos todas bien, fue fruto de esos años. Creo que en parte fue positivo madurar como autora de una manera tan autónoma. En 2016 gané el premio Iberoamerica Ilustra lo que supuso un cambio radical en mi carrera profesional; a raíz del viaje a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, por primera vez una editora confiaba en mi para empezar un proyecto de cero. Ahí cambió todo.
Respecto a mis referentes, han ido madurando con el tiempo, pero hay algunos que siguen muy presentes en mi vida: Bretch Evens, Laura Carlin, Gipi, Jorge Gonzalez, etc. Con Jorge, a quien admiro especialmente, tuve la suerte de compartir los inicios de mi nuevo proyecto. Otros ilustradores a los que seguía de cerca se han ido convirtiendo en compañeros de estudio o de vida como Manuel Marsol o Seisdedos. Este año en mi primera visita a Angouleme descubrí muchísimas autoras que ahora mismo admiro profundamente como Anke Feuchtenberger o Nina Bunjevac.
Mi relación con el mundo la novela gráfica es reciente ya que empecé a entrar en ella tras la publicación de Estamos todas bien. Al principio me lo vivía como una especie de “intrusismo”, me sentía como una ilustradora que había hecho un cómic y no como una verdadera autora de cómic. Pero en estos dos años he ido ganando confianza al desarrollar mi nuevo proyecto de novela gráfica.
Cuando me propusieron ilustrar La Cenicienta al alcance de todos, me pareció interesante darle protagonismo a su medio original, explorar el mundo del teatro más allá del escenario. Tuve la suerte de que, por aquel entonces, una amiga estaba trabajando como técnica de luces en un musical en el teatro Calderón de Madrid y me invitó a conocer el espacio y a sus compañeros.
Me pareció que la única manera de poder plasmar todo ese mundo en el álbum (el escenario, los trabajadores, el público, los diferentes puntos de vista, etc.) era simplificando mucho el dibujo. Aunque en teoría parecía un reto sencillo me costó mucho definir una estética para el libro que no perdiera del todo mi estilo, pero consiguiendo una ejecución mucho más simple, manteniendo la frescura del boceto. De ahí que visualmente se distancie tanto de otros proyectos míos.
Fue muy interesante convertirme un poco en directora de la obra: construir una escenografía, un vestuario, una caracterización de los personajes. Pensé como haría esa adaptación de una obra escrita en los 70 en Venezuela si fuera realmente teatro y a partir de ahí tome decisiones: adaptar la obra a nuestros tiempos buscando una abstracción de los personajes que pudieran funcionar en diferentes contextos, pero sin perder ciertos guiños a su origen.
En nuestro caso, siempre volvemos a los libros cuando tenemos la necesidad de palabra o buscamos inspirarnos ¿Tienes alguna historia, un texto o imagen que guarde un lugar preferido dentro de tu construcción como autora/ilustradora? ¿Hay otras dimensiones artísticas que inspiren tu proceso creativo?
Mi inspiración para ser ilustradora viene del mundo de la fotografía. Mis primeros dibujos son fruto de no atreverme a fotografiar ciertas escenas que se me quedaban clavadas en la mente. Desde pequeña he tenido una relación muy cercana con la imagen fotográfica gracias a mi padre: tanto por las fotos que el mismo hacía de manera amateur, como por su obsesión en el archivo de las mismas. Me es difícil rescatar una sola imagen porque es justo en la acumulación donde encuentro el sentido a desarrollar un proyecto: los primeros referentes que busco son siempre del mundo de la fotografía. También me interesaba mucho el género documental, no como creadora, pero sí como espectadora. El docuficción y el documental histórico me encanta. Si intento hacer el ejercicio de quedarme con una imagen me viene una foto de mi familia en el patio de mi pueblo.
La historia surgió de un pequeño ejercicio de clase cuando estaba estudiando mi último año de Bellas Artes. Nos mandaron hacer un cómic, contar una anécdota cotidiana en unas pocas páginas. Yo acababa de volver de Alcorcón, donde vive mi abuela Maruja, un poco afectada, porque era la primera vez que vivía sola y ya estaba perdiendo facultades. Entonces pensé en contar en viñetas un día suyo, fue algo muy intuitivo, venía con las sensaciones fuertes y empecé a dibujar, antes de que se me pasara. Después encontré un texto de mi madre que había escrito en el 86 sobre mi abuela Herminia donde narraba un día suyo con toda la sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidados que tenía en aquella época. Fue entonces cuando, alentada por un editor que luego desapareció, me animé a desarrollar una novela gráfica. En esa época ya estaba trabajando sobre el franquismo, era un tema que me interesaba mucho. Estaba también en un colectivo feminista. Así que hice una operación: feminismo más franquismo más abuelas.
Creo que no se puede separar lo que se cuenta de cómo se cuenta. La historia es muy personal e intenté que mi trazo también lo fuera, que expresara más que describiera. A nivel técnico, el recurso es la transferencia fotográfica. En el caso de la ambientación en el presente, fotografié los objetos de las casas de mis abuelas, los escenarios de sus barrios, etc. y luego los introduje a modo collage. En el caso del pasado, esos objetos vienen por una contextualización previa: buscando imágenes de archivo, viendo películas. En esta historia los objetos tienen un papel narrativo importante, les doy mucho valor simbólico. El cambio en la gama cromática es muy sutil porque todo son colores cálidos, pero me vino por la propia historia: tenía que diferenciar los universos de las dos abuelas, pero también de los dos tiempos históricos en los que se desarrolla la narración. Sus presentes y sus pasados necesitaban códigos de lectura distintos de manera que me ayudaran a hacer más comprensible la historia.
Desarrollar todo el proyecto me llevó cuatro años con muchas interrupciones. Ganar el premio Fnac-Salamandra Grafic fue un cambio radical en mi vida. No sabía hasta que punto había sido tan inconsciente a la hora de lanzarme a dibujar 100 páginas sin ninguna seguridad. Nada de lo que ha pasado después estaba ni en mis mejores expectativas.
Para mí lo relevante de que me dieran el premio no fue el hecho de que yo fuera mujer si no de que ganara un relato sobre mujeres de una generación silenciada. Dicho esto, por supuesto que había una ausencia en el premio de autoras (que también se refleja en premios tan importantes como los de Angouleme) y esto se refleja también en las charlas, los congresos y los debates donde muchas veces nos vemos apartadas a participar en la mesa de “mujeres que hablan sobre la necesidad de que haya más mujeres” o “el feminismo en el cómic”. Con ello no digo que estos debates no sean necesarios, pero también sentirnos como autoras que hablan de tú a tú de todos los temas que abarca el mundo del cómic. Por supuesto, esto es aplicable a otros sectores de la creación cultural. Por suerte, en estos últimos años las cosas están cambiando gracias al empuje del feminismo en las calles que acaba traduciéndose en una transformación en el mundo de la cultura. En lo que respecta a la novela gráfica, cada vez hay más lectoras y más autoras que funcionan de referentes (una figura muy importante a la hora de empezar una profesión) para otras mujeres.
Mexique, el nombre del barco fue uno de los proyectos más bonitos y más fluidos en los que he trabajado. Todo esto fue gracias a varios factores: el primero, el maravilloso texto de María José Ferrada que hacía que las imágenes aparecieran fácilmente en mi cabeza. Segundo, el trabajo de coordinación y de edición de Mónica Bergna quien me acompañó en el desarrollo de mi primer álbum ilustrado. Pero es cierto que tampoco partía de cero: previamente había desarrollado un proyecto sobre memoria histórica entorno a la guerra civil y la posguerra donde ya había explorado una estética acorde con ese universo.
La importancia del material de archivo en la ejecución del proyecto marca tanto la metodología como la estética del mismo. La interacción entre el uso de ese material a través de la transferencia fotográfica y la búsqueda de la expresión de emociones como la miedo o la tristeza con el uso del color o la deformación de rostros y perspectivas, generan el resultado gráfico del libro.
A decir verdad, solo tengo tres proyectos en los que haya trabajado con el texto de otros autores: dos de ellos son con María José Ferrada (Mexique y Mi barrio) y el otro es con Aquiles Nazoa (La cenicienta al alcance de todos). En ambos casos me siento una privilegiada porque estamos hablando de dos autores brillantes con los que además he trabajado en álbumes que se acercaban a mi universo creativo. En parte es un descanso porque la mitad del trabajo está hecha y además de una forma con lo que conecto fácilmente. Creo que esto no me pasaría con cualquier autor o autora, por ello, otras veces me interesa más trabajar con entrevistas o material de archivo donde se difumina la autoría y me siento más libre a la hora de aportar conceptos.
Cuando trabajo sola me nutro mucho de otros materiales: libros, documentales, películas, artículos, fotografías… aprendo de todo lo que puedo. Lo que hago después, a mi manera de ver, es una especie de “documental-ficcionado” donde intento meter todas aquellas referencias de las que me he empapado. En mi nuevo proyecto esto es muy evidente: aunque hay ficción, todo se basa en algo o alguien real.
También estar en mi taller representa un reseteo cada vez que estoy ahí.
“En transición”, Barlin Libros, 2017, hablas del tiempo, la fractura, registras un período de la historia, retratas la mirada y los hechos desde la voz del pueblo, ¿Cómo fue enfrentarse a esos testimonios y documentación? ¿Qué recibimiento tuvo el libro?.
En transición parte de una propuesta del editor de Barlin, Alberto Haller, quien pronto se transformó en un amigo. Partiendo de una propuesta de guión empezamos a trabajar juntos la relación texto-imagen ya que compartíamos un punto de vista muy similar respecto a la historia reciente de España y a cómo se había afrontado la Transición. Además, Alberto había estudiado historia y me pasó libros, documentales y artículos para que profundizara en el tema. Fue muy fácil ponernos de acuerdo a la hora de elegir el punto de vista del pueblo y no el de los grandes hitos o personajes históricos. Para mí fue un proceso natural profundizar este periodo histórico; de hecho es el contexto donde se enmarcaba la vida de mis abuelas, proyecto que trabajaba paralelamente.
El libro tuvo un buen recibimiento, especialmente en entornos más politizados que no estaban acostumbrados a leer álbum ilustrado. Le agradezco a Alberto la valentía de reivindicar el álbum ilustrado dirigido a un público adulto como género valido para tratar un tema tan complejo como este.
El confinamiento lo pasé en la casa de mi compañero en Madrid. La casa es grande y tuvimos espacios separados para trabajar, sin personas a nuestro cargo y con trabajos largos por delante. En mi caso, estaba terminando de dibujar mi nuevo proyecto de cómic así que en cierta manera, le vino bien a mi “productividad” y he de decir que casi dibujé la mitad del libro en los tres meses que estuve allí. Mi rutina de trabajo se ha roto por completo: normalmente yo tenía un estudio al que iba todos los días y en el que pasaba mis siete u ocho horas de jornada laboral. Ahora mismo estoy en Valencia con mis padres trabajando en mi habitación de la infancia y cuando vuelva a Madrid tendré que buscar otro estudio, pero como todas, estoy pendiente de lo que vaya a pasar para tomar decisiones.
Estamos con un nuevo reto en Instagram, que consiste en compartir una recomendación de libros ilustrados, libros álbum que te hayan encantado, o aquél libro que recuerdas de niña… ¿Qué libro infantil recomendarías?
Me encanta el libro de Tomi Ungerer, Hombre Luna.
Ahora mismo estoy terminando una novela gráfica que trata sobre el levante español y su transformación en las últimas décadas (de los años 60 a nuestros días). Tenemos pendiente publicar en febrero-marzo de 2021.
Para mí lo diverso muchas veces tiene que ver con aquello que está en los márgenes, y por tanto, un lugar donde reconocerme y comprender mejor el mundo que me rodea.
Conoce más de su trabajo aquí: www.anapenyas.es
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