#CONOZCAMOS A MARÍA JOSÉ FERRADA
Comencé a escribir libros infantiles inspirados en mi hermano pequeño sin saber –o tal vez sabiendo– que eso se transformaría en mi oficio.
Disfruto mucho este trabajo que consiste principalmente en escribir libros para los niños y hacer talleres de escritura en escuelas. Creo que la escritura es importante porque permite a los niños mirar el mundo con atención (necesitas eso para escribir) y descubrir sus complejidades y su belleza. Esto último es imporante sobre todo en lugares donde la belleza no parece estar tan a mano. Por lo mismo, mis poemas preferidos, son los que tienen autores de siete u ocho años y celebran no solo a la luna, sino también a las lámparas y las ampolletas.
Entrevista: @Urdimbrediciones
Cuando escribo esas obras pienso en los niños que vivieron esas experiencias y también en los niños que leerán los libros. Intento que estos últimos vean que, por ser niños, están conectados y que la tristeza de ese otro niño es también la suya en algún sentido. Creo que a partir de ese reconocimiento tal vez algo dentro de nosotros nos lleve a decir: no quiero que esto vuelva a pasar y entonces lo más importante tal vez de estas lecturas sea la pregunta que viene después: ¿qué puedo hacer yo, desde mi pequeño lugar para que evitarlo? Una persecución política es el resultado terrible de algo que comienza mucho antes, con pequeños gestos de intolerancia o de desprecio por el otro. Creo que es posible trabajar con los niños desde ahí.
Tu acercamiento a la literatura infantil llegó después de que ya tenías algunas obras publicadas. ¿De niña recuerdas alguna escena o algún libro que te haya desafiado como lectora ya sea por sus personajes, el olor de sus páginas o por quién te las leía? ¿Cómo podrías definir tu relación con los libros?
Claro, recuerdo los libros que me leía mi madre. Específicamente los de Un cuento para cada día. Eran versiones, no muy buenas, de los cuentos clásicos, pero para mí eran los mejores cuentos del mundo porque me los leía cada noche mi madre. Entonces creo que mis mejores lecturas fueron las que ella me regaló cuando yo aún no leía. Eso debe haber marcado mi relación con los libros que siguen siendo para mí algo que no solo tiene que ver con el intelecto, sino también con una especie de sentido pertenencia a la familia humana, que he conocido y sigo conociendo mejor gracias a las huellas del pensamiento, la imaginación y los sueños que van quedando impresas en los libros.
Los procesos creativos de los libros suelen ser diferentes según el encargo. Algunas veces tus textos nacen a partir de ilustraciones ya definidas, y otras veces tus palabras son el punto de partida. ¿Cómo te enfrentas a estas dos formas de trabajar cuando desarrollas un proyecto de libro álbum?
Cuando trabajo desde la palabra tengo una libertad que está dentro de un marco (el tema propuesto por el editor) a partir de ahí hago algunas propuestas y luego desarrollo la que elegimos en conjunto. Cuando trabajo desde imágenes es un poco diferente, algo así como entrar en la imaginación de otro. Tienes más límites, pero los límites también son interesantes porque al pensar cómo abordarlos tu cabeza comienza a trabajar en distintas direcciones, a veces más inesperadas que las que encuentras cuando trabajas desde la libertad total.
De toda tu trayectoria, ¿Tienes algún libro al que le hayas puesto voz a las imágenes ya creadas al que le guardes especial cariño? Y al revés, ¿hay algún libro cuyas ilustraciones le hayan dado una lectura especial a tu texto?
La verdad es que le tengo el mismo cariño, por distintos motivos a casi todos los libros que he hecho. Claro que he tenido también malas experiencias, pero me quedo con las buenas, que son la mayoría.
¿Cuáles son tus poetas o escritores/as imprescindibles, aquellos que constituyen hoy tu marco de referencia? ¿Y a qué otras disciplinas artísticas recurres cuando necesitas inspiración?
Mi marco de referencia ha sido más o menos el mismo desde los quince años: los escritores japoneses. No tengo explicación para eso. Un tío que desarmó su biblioteca me regaló unos ejemplares de Kawabata y de Mishima cuando era adolescente y nunca más los pude abandonar. Lo bueno es que hoy hay muchas traducciones, así que es una fuente que no se agota. Y si se agotara no importa, volvería a leerlos feliz, todo de nuevo.
No creo mucho en la inspiración. Creo más en el trabajo, en los horarios. En ese sentido no soy muy artista. Creo que si lo fuera tal vez no podría vivir de los libros.
Si tuvieras que hacer una caja, un repositorio con las imágenes que componen tu universo creativo ¿Qué recuerdos son los que se activan mayoritariamente con tu mirar? ¿Del tipo visuales, táctiles, auditivos o sensoriales? ¿Qué palabra o concepto escogerías para definir poesía?
Qué difícil. Creo que pondría fotos, algunos ovillos de lana que eran de mi abuela paterna, un pañuelo de la abuela maternal. También algunos de los dibujos y las cartas que me envían los niños.
Sabemos que tu interés por la escritura para niños nace con la llegada de tu hermano menor, para quién comenzaste a crear historias y libros… ¿Cómo esta afición se convirtió en tu quehacer?
Creo que notas con mucha facilidad cuando te encuentras con tu oficio. No te haces muchas preguntas. Disfrutas haciéndolo. Lo que vino después en mi caso fue un proceso de ir dejando mi trabajo de periodista para dedicarme a escribir. Eso fue gradual. De trabajar tiempo completo pasé a trabajar medio tiempo, siempre pensando en ganar horas para la escritura. Cuando ya llevaba varios años haciendo eso por fin pude dedicarme a los libros de manera exclusiva. Y es algo que me sigue interesando, de lo que siempre quiero seguir aprendiendo.
En el libro “Mexique, el nombre del barco” o en “La Tristeza de las cosas” ¿Cómo fue hallar la voz para escribir la historia de los que ya no están? ¿Crees que nombrar las cosas es una forma de sensibilizar a los lectores en formación para conocer los hechos, la historia? ¿Crees que la lectura es una herramienta capaz de tender puentes y de potenciar la mirada crítica en los lectores?
Les explicaba en una pregunta anterior, creo que los libros pueden ayudarnos a ver al otro no como un número sino como un ser humano que es o fue igual a ti y que por lo mismo merece el respeto que mereces tú. Creo que detrás de la violencia hay una negación del otro, los libros pueden trabajar con las semillas de esa violencia que todos hemos sentido en nuestro interior alguna vez.
Creo que es importante que esos libros se trabajen en grupo porque más importante que la lectura es la conversación que viene después, el momento en que nos preguntamos cuál es nuestro papel en todo esto. Cómo aportamos a una cultura de paz o por el contrario, decidimos perpetuar la violencia –que se enmarcara de muchas maneras–. Hay una decisión que tomamos todos los días. Te burlas o no de tu compañero. Te pones en su lugar o no lo haces. Lo respetas o no. Estos libros intentan trabajar con eso.
El año pasado de la mano de Alboroto Ediciones, publicaste junto al ilustrador Andrés López “El Espacio entre la hierba” un precioso leporello lleno de trazos libres y espontáneos como los que usan las niñas y niños. ¿Cuáles son esos espacios que quisiste plasmar y que encontramos al desplegar las páginas?
Creo que es un libro que intenta trabajar con una belleza que me interesa especialmente: la que puedes ver desde tu ventana, solo por el hecho de estar en este mundo. Alguien podrá decirme que hay lugares horribles, donde las balas pasan por delante de esa ventana. Bueno, le diría que es justamente en esos lugares donde los niños necesitan ver que un poco más arriba está el cielo y están las estrellas que brillan también para él. Los lugares donde la belleza es obvia no son problema, hay libros, hay juguetes, hay padres que juegan contigo. Pero resulta que la mayoría de los lugares no son así. Es a esos niños a los que quisiera decirles que hay caminos diminutos entre la hierba, y grandes caminos que se extienden entre una estrella y la otra, también que las nubes hacen figuras.
Abril es el mes en que celebramos al libro, los lectores y las lecturas. Cuando publiquemos tu #conozcamos, estaremos celebrando el Día del Libro, de seguro con actividades remotas o bien, de forma presencial con aforos reducidos ¿Qué ha sido lo más complejo de sortear en este año de Pandemia? ¿Qué cosas extrañas o a qué te has acostumbrado?
No quiero quejarme, así que me enfocaré en lo que he aprendido: para mí ha sido muy bueno descubrir zoom. Antes había muchos lugares a los que por tiempo no podía ir, pero ahora, como no cuento el tiempo de viaje, puedo estar en una escuela mexicana y en la tarde en una del sur de Chile.
¿Tienes alguna novedad que quieras compartir con nuestros lectores/as?
Tres. Espantamiedos, un libro para vencer el miedo a los monstruos de ojos amarillos. Ilustrado por Karina Letelier y publicado por Escrito con Tiza, llega a las librerías chilenas a mediados de mayo. Una nueva novela: El hombre del cartel, que publico con Alquimia y que llega a librerías también en mayo. Y Casas, publicado por Alboroto e ilustrado por Pep Carrio.
Por último, nosotras entendemos lo diverso como todo aquello que nos parece distinto a nuestra realidad y entorno. ¿Cómo lo entiendes tú?
Para mí lo diverso es lo que contiene y acepta que la realidad no es uniforme y que eso siempre es una cosa buena, no un defecto.
Conoce más de su trabajo aquí: www.mariajoseferrada.cl/
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