#CONOZCAMOS A SANDRA MARÍN

Sandra Marín, artista y diseñadora editorial, vinculada a la divulgación de nuevas prácticas exploratorias y docentes inscritas en el Arte Contemporáneo junto a comunidades y artistas locales. Experiencia y trabajo en el área de diseño de metodologías creativas y transferencia de exploraciones pedagógicas y editoriales. Su enfoque se ubica en abrir instancias transdisciplinarias entregando herramientas que permitan pensar y hacer de manera lúdica, con libertad de opinión y desplegar espacios con contenido. Es directora de la plataforma Estudio Repisa desde la cual activa numerosos proyectos que reflexionan y fabrican material directo para la convergencia docente en conjunto con los nuevos estudiantes que habitan las aulas en sus distintas disciplinas o materias. Ha expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes, en el Museo de Arte Contemporáneo y varias galerías del circuito alternativo. Sus publicaciones han itinerado por Japón, Alemania, EEUU, Argentina, Taiwán y Brasil.

Entrevista: @Urdimbrediciones

Fotografías: Sandra Marín

Descubrimos tu trabajo a través de la edición que trabajaste en colaboración con la ilustradora chilena Elisa María Monsalve, “El tiempo del fuego”, cuando recién en Chile se oían las consignas por Dignidad, las que no se han dejado de oír nunca más. ¿Cómo surge Estudio Repisa y tu relación con los libros, la mediación artística y la experimentación con las artes gráficas?

Bueno, ¡es una tremenda pregunta, abordable desde tantos ángulos!… Estudio Repisa viene a ser el punto cúlmine desde que empecé a compartir mis poesías, cuentos y dibujos. Tuve muchas autoeditoriales donde jugaba a editarme y gestar nuevos libros para el mundo, hasta que de tanto hacer, armé una microbiblioteca. Ahí fue donde la instalación de una repisa (real repisa de 6 metros de lado a lado) en mi taller me regaló el nombre del proyecto que ahora me construye hacia tantos campos. Trabajar en torno a los espacios que abren los libros me ha mantenido siempre cerca del arte y desde ahí que gracias a personas como Bernardita Pérez, parte de la Fundación de la Galería Tajamar, mi inicié en armar puentes de mediación. Trabajé muy de cerca con el equipo de educación y mediación liderado por Ximena Escobar y Sebastián Riffo en el Centro de Nacional de Arte Contemporáneo, espacio que me entregó muchas claves y oportunidades para experimentar y nutrirme en esta área. La experimentación en las artes gráficas siempre me ha acompañado, creo ciertamente que una de las mejores alas para explorar en esta magia me la heredó mi tío abuelo Hugo Marín, siempre libre desde todos lados para crear, hablar y bailar con naturalidad y alegría. Y fue más adelante afinada gracias al artista y docente Peter Kroeger. Ellos avivaron en mí la confianza interna que es el mejor motor para abrir y desplegar las más loquísimas invenciones en forma de experimentación creativa.

¿Cuál ha sido tu formación y cómo fue tu primer proyecto relacionado con los libros experimentales?

Agradezco mucho mi formación académica por parte de la escuela y la universidad. Sin embargo, la formación autodidacta, la traza que cada uno va articulando en el pasar del existir con las personas que va escuchando y saludando, ha sido fundamental en mi forma de iniciar un proceso de creación. Fundamental me resultan los viajes y temporadas fuera de Chile (ítem en que he invertido muchas veces todo el trabajo que realizo en el año), las cuales logran hacerte apreciar con infinito valor lo que habita en tu propio jardín. Mi primer proyecto marcador y potente es el libro “Historia del Infinit”. Libro de gran formato, bordado a máquina y fabricado sobre lona de la India. Habla de un hilo que está en todo y donde todo puede entrar y volver a entrar y reabrirse por siempre.

Fotos: Jorge Brantmayer

 

¿Cuáles han sido tus referentes en el mundo del diseño editorial? ¿Existe para ti la diferencia entre un proyecto de diseño editorial y la realización de un libro de artista?

Mmmmm, ¡¡¡que cantidad de libros hermosos que existen!!! Bueno, de todos esos millones, los que más han removido mi corazón editorial son los libros para “niñes”. Esos libros álbum que cuidan tanto la narrativa como el dibujo que entregan para ser leídos por un lector que está vivo y atento. La colección que tiene El Fondo de Cultura en “A la orilla del viento” es una joya. El artista Guillermo Deisler y su apoteósica obra editorial fue un eje fundamental en el momento en que empecé a crear mis propios libros fabricados mano y desde mi minitaller, me dio libertad y la noción de que el hacer es el que construye y sólo hay que permitirle salir de paseo. Creo definitivamente que si hay diferencia entre el diseño editorial y el libro de artista. El primero tiende a un fin más multiplicativo, social y muchas veces con necesidad de buena lectura o público específico, mientras que el segundo puede ser más una búsqueda interior o un experimento que no tiene que cumplir con ningún parámetro definido, ni públicos específicos, sino busca ser, existir y quizás hasta luego ser otra cosa.

¿Dónde encuentras las ideas que van inspirando tus creaciones, por ejemplo, para el cuento “Enmendar el hilo, un cuento escrito con tinta de la noche sobre hilo blanco del día; y así pintar lazos”? ¿Podrías hablarnos de tu proceso creativo?

El río creativo está siempre ahí, es como el mar, enorme e insondable. Algunas veces me dejo llevar por el mismo material en que estoy trabajando y como eso se relaciona con temas en los que estoy pensando. Muchas otras abro libros y voy salpicando de página en letra para ir armando una historia con nuevos alcances. En el caso de Enmendar el hilo, fue un cruce entre un sentimiento que había estado experimentando, sanar lazos ancestrales, y el momento en que lo hacía, la noche, la materia en que escribía, lienzo hecho de hilo blanco y su confluencia en ese milisegundo con el libro antiguo de mitología griega y romana de la editorial Paidos.

Mi familia es de historia culinaria, por eso para mí hacer libros es una cocina, una intuición de sazones que abren el apetito y crean obras que se pueden saborear y compartir sobre la mesa. 

En “Palabras necesarias” confluye escritura, dibujo, colaboración y obra. ¿Cómo ha sido la experiencia de itinerar realizando talleres y workshops en distintos territorios tanto nacional como fuera de él?

Itinerar es tremendo regalo, poder vivir el nomadismo por un tiempo, viajar y compartir con los habitantes de lugares nuevos. Cada lugar tiene sus palabras necesarias, su lenguaje y código. Una de las bondades de estos experimentos editoriales es que abren instancias horizontales en lo que muchos podemos participar y entonces nace algo hecho entre todes, en ese instante, en ese estado anímico que marca una instancia única, por decirlo, propia. El libro se abre y permite su intimidad a muchos y luego se repliega y construye su forma única y en este caso colaborativa.

¿Cómo fue tu participación en el diario “Laboratorio sonoro” en el marco del festival Tsonami?

Esta instancia mi permitió abrirme hacia nuevas experiencias “inventísticas”, ¿cómo surgen los cruces entre sonido y editorial?, entre la voz y el escrito? ¿Cómo despierta la herramienta fanzine una posibilidad de activar la escucha dentro de lo nuevos alcances del arte sonoro? Sobretodo enfocado hacia el encuentro con las ideas de los niñes y como ellos palpan, escuchan y dibujan el mundo en que compartimos. Con Sebastián Rey en el festival Tsonami compartimos nuestros expertises para entregar algo que confluía en una obra inmaterial que era la instancia abierta a través de la posibilidad que rápida y eficazmente conformaba el fanzine del diario sonoro, donde nos permitimos junto a más de quince niñes crear nuestra ciudad.

 

¿Nos puedes contar la experiencia de apoyar –con la realización de fanzine– al proyecto editorial colaborativo “Cerro a la vista”, en escuelas de alta vulnerabilidad?

“Cerro a la Vista” es un elogio a la naturaleza que nos rodea. Es reconocer que las escuelas están inmersas en un contexto de paisaje. Ir a la escuela no sólo es la sala de clases y el patio sino el camino, la vista, el entorno que nos habla y también nos mira.

En este proyecto me invitaron a trabajar a la región del Bío-Bío, a Chiguayante, a una escuela de muy bajos recursos y con grandes personalidades dentro de sus aulas. El equipo organizado por Mónica Salinas de Acciona, cruzó las materias de Ciencia, Lenguaje y Arte. Yo lo que compartí con ellos fue la etapa de editorializar sus investigaciones acerca de la flora y fauna del Cerro y la Playa. Armamos relatos a través de los dibujos y narraciones que cada estudiante había desarrollado.

Los invité a que nos lanzáramos también al original. Para esto cada uno tenía un trozo de tela donde transfería sus descubrimientos a mano alzada y con estos al encuadernarlos creamos una edición única paralela al fanzine que era comunitario, para la escuela y las familias. Fue una experiencia valiosa y constructiva. Fue un proceso, un cruce desde donde pudimos agradecerle a la naturaleza y a nosotros mismos el hecho de compartir y ver que no todo está bien o no tan bien, sino que nos hace avanzar.

 

Seguramente cuando contestes estas preguntas, estaremos aún en casa. Algunos habrán hecho mucho, otros lo que pueden, según el ánimo y el color del día. ¿Qué has leído o dónde has encontrado la calma para seguir creando? ¿Existe alguna historia que te contaban de niña a la que recurras para cobijarte en días donde te sientes pequeña frente al mundo?

De niña siempre me leyeron la hermosa poesía de Rubén Darío “Margarita”. Esa historia ha estado desde mi bisabuela en la familia y seguro yo se la leeré a mis hijes, la dulce frase que dice: Margarita está linda la mar y el viento lleva esencia sutil de azahar, yo siento en el alma una alondra cantar tu acento: Margarita te voy a contar un cuento. En esas líneas me cobijo, me canto y me arrullo con mis ancestres.

Estos días de Era de Pandemia he recorrido y girado por las paredes, he encumbrado volantines de ira y de alegría por la terraza, he implotado y me he debido reinventar, es una posibilidad y una tremenda entrega desde todo el planeta para con nosotres mismes. He leído el libro de Gianni Rodari, “la escuela de la fantasía” y su tremendo compilado de cuentos. Más me he refugiado en escribirme una carta al día para de alguna manera apoyarme, saludarme y poner atención en mi imaginario. Por supuesto yoga, meditación y una respetuosa y amada convivencia con mi pareja en la que nos saludamos, nos abrazamos y nos co-inventamos.

Por último, nosotras entendemos lo diverso como todo aquello que nos parece distinto a nuestra realidad y entorno. ¿Cómo lo entiendes tú?

Lo primero que me viene a la mente es ver “dos versos”, lo di-verso o “decir dos versos”. Lo diverso son los bosques, los mares y los seres, lo común es la raíz y lo diverso las hojas. Los versos son para siempre cambiantes y diferentes, siempre es bueno decir versos y apreciar en la diversidad lo que nos une y nos posibilita.

Conoce más de su trabajo aquí: www.estudiorepisa.com.

Y en sus redes sociales: