TIEMPO DE OTOÑO

“El tiempo es silencioso, casi siempre avanza de puntillas, invisible, y entonces todos los días se parecen. Pero a veces le gusta dejarse ver, y hace guiños cambiando la luz de la mañana, tiñendo levemente el aire.”

Entrar en el último libro de Concha Pasamar “Tiempo de Otoño” (Bookolia, 2020) –que recientemente obtuvo el Premio Fundación Cuatrogatos 2021– es como entrar en una cápsula del tiempo. Sea la estación del año que sea, te lleva directamente a ese momento en que los sentidos comienzan a notar el cambio de estación. Cuando poco a poco la luz cambia, las calles se tiñen de tonos ocres y dorados, y comenzamos a combatir el frío con el calor del hogar.

Desde la portada, Concha nos da señales de lo que encontraremos dentro. Ilustraciones figurativas hechas a mano, con un trazo reconocible, hecho con carboncillo y pastel, cercano a la técnica de las ilustraciones del libro “9 lunas poemas para esperarte” (con Mar Benegas, Litera Libros 2019) que con un cuidado recurso cromático, el uso de color recoge algunas tonalidades rojas, verdes y naranjas sobre un fondo amarillo pálido. Las guardas anaranjadas dejan ver un pequeño detalle ilustrado de la reina de la temporada: las castañas. En un comienzo, antes de leer el libro, aparecen sin salir del todo de su vaina. Y luego, una vez acabada la lectura del libro, lo cierran unas castañas en todo su esplendor.

Una vez dentro del libro, Concha nos hace palpable el paso del tiempo a través de los ojos de una niña, que escena tras escena nos va mostrando situaciones cotidianas de su día a día y nos va relatando cómo visualiza el cambio de estación. Nos cuenta cada uno de los detalles que hacen evidente el otoño en su vida, en su rutina. Cómo lo ve en la calle y en el patio del cole. Sus paseos por el bosque, cuando recolectan setas, la pineda en el suelo, las tardes en casa, la vida familiar, el calor que abriga el corazón en las pequeñas rutinas familiares, los detalles que hacen del otoño algo tangible. Las ilustraciones a doble página se alimentan de un texto poético que las complementa con las palabras justas para llevarte a ese momento, a esa sensación, a esa emoción. Escenas personales que te invitan a rememorar tus propios otoños. El relato se va hilando con la ayuda del uso del color rojo, que aparece en cada una de las escenas, dándole el toque afectivo al registro visual. Una capa más de lectura donde el bosque, ese territorio de los cuentos tradicionales aparece como un reino imaginado, entre crujidos y huellas que deja algún zorro.

Como si fuese una oda al otoño, a sus colores, a sus espacios, sus tonos y sus tradiciones, capaz de transportar al lector ese calor y abrigo con solo pasear por las hojas de este libro. Es como si quisiese guardar en sus páginas una parte de la vida que a veces pasa muy rápido, retratada para que perdure en el tiempo.

Por último, en la contraportada, Concha nos regala –a través de un código QR– un “pequeño cuaderno de otoño”, en el que propone una serie de actividades para disfrutar del otoño en familia. Más que una hoja de mediación, es una guía que llevan al lector a experimentar, reflexionar e imaginar sobre varios de los elementos recogidos en el libro. Con ella nos insta a sentir el otoño, a prestar más atención a su avance silencioso.

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